Por Carlos Cámpora

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

En distintas notas aparecidas en este medio venimos abordando la manera en que la literatura argentina ha dado cuenta de importantes hechos políticos del siglo XX. Como gran parte de esas obras literarias se refieren al peronismo, muchas de nuestras notas también han estado dedicadas a esa temática, habiendo abordado así a autores como Beatriz Guido (4 de junio), Rodolfo Walsh (16 de julio) y Borges (30 de julio). En la presente nota, sobre el mismo fenómeno político, trataremos el cuento “La señora muerta”, de David Viñas. Su título alude a la muerte de Eva Perón y está incluido en Las malas costumbres (1963), una colección de relatos de Viñas que aborda desde distintos ángulos la época peronista.

Recordemos que Eva Perón, de 33 años, falleció el 26 de julio de 1952. Se declaró un duelo que duró días, ya que su velatorio continuó hasta el 11 de agosto. Durante ese lapso, miles de personas hicieron fila para poder verla, a pesar del frío clima reinante (recordemos, era invierno). Recién en el día indicado se hicieron los funerales y finalmente su cuerpo fue depositado en la CGT.

En el marco de ese extenso velatorio transcurren los hechos relatados. Los personajes centrales son un hombre, de apellido Moure, y una mujer (una prostituta de la cual no se da su nombre). Si bien ambos se encuentran en la larguísima fila de la gente que quiere ver a Eva, el hombre no está allí con el mismo fin de todos los demás, sino simplemente para encontrar una mujer con la cual tener relaciones sexuales, como se señala desde el inicio del relato: “-No me gusta el olor de la goma quemada -fue lo primero que dijo esa mujer. Moure la miró un rato antes de contestar, pero no como la había estado observando hasta ese momento, desde que la descubrió en la cola apoyada a medias contra la pared, con un gesto resignado e insolente a la vez. ‘Levante’, se dijo. ‘Levante seguro’”.

Moure, con el fin de lograr su propósito, mantiene una conversación con la mujer, mientras la gente de la fila trata de avanzar. Como dicha fila es muy larga, ellos dialogan sobre lo que demorará llegar adonde está el cuerpo de Eva: “-¿Y cuánto dice que falta? Moure miró hacia adelante y calculó dos cuadras, tres, una mancha larga que se estremecía en medio de la penumbra, los de atrás que volvieron a empujar con una pesadez insistente (…)  -Unas tres horas dijo. -¿Tanto?”.

Finalmente, viendo que se extendía la espera, la mujer decide irse con Moure en un taxi: “Fue ella misma quien lo tomó del brazo y la que dijo que subiera a un auto y fueran primero a cualquier lugar. Algo cerca, fue lo único que exigió”. Ese algo cerca era por supuesto un hotel donde mantener relaciones sexuales, pero encontrarlo resulta ser una tarea más difícil de lo esperado, ya que los distintos hoteles estaban cerrados. Esa búsqueda infructuosa del lugar se repite una y otra vez, lo que hace que Moure se sienta frustrado e irritado. El chofer del taxi trata de explicarle al hombre que estaban cerrados con motivo del duelo nacional, lo que provoca un comentario despectivo de este: “-Hay que aguantarse -el chofer permanecía rígido, conciliador-. Es por la señora. -¿Por la muerte de?... -necesitó Moure que le precisaran. -Sí, sí. -¡Es demasiado por la yegua esa!”.

Precisamente, en esta instancia final del relato, la prostituta, a quien hasta allí solo le causaba gracia la situación de la frustración del hombre, se indigna con lo dicho por este: “Entonces bruscamente, esa mujer dejó de reírse y empezó a decir que no, con un gesto arisco, no, no, y a buscar la manija de la puerta. -Ah, no... Eso sí que no-murmuraba hasta que encontró la manija y abrió la puerta-. Eso sí que no se lo permito..,- y se bajó”.

Aunque en cierta manera oblicua, el relato de Viñas aborda la muerte de Eva Perón mostrando el distinto significado que ello podía tener para sectores distintos de la sociedad de la época. Por una parte, Moure, que al principio se muestra indiferente en la fila de asistentes al velatorio, finalmente se revela claramente despectivo con respecto a Eva. Por otra parte, la prostituta, que está dispuesta a ofrecer su cuerpo a cambio de dinero, no está dispuesta a tolerar la actitud del hombre que considera muy ofensiva.

Finalmente, recordemos que en el anteriormente comentado cuento “Esa mujer” de Rodolfo Walsh, que también giraba alrededor de Eva ya fallecida, nunca se la mencionaba por su nombre. En este cuento de Viñas tampoco se lo hace. Pero hay que tener en cuenta que el no nombrar a alguien que se sobreentiende no produce que este esté ausente, sino que por el contrario acentúa su presencia. Puede ser “la señora” o “esa yegua”. No importa que nunca sea llamada por su nombre, Eva se hace presente a lo largo de todo el relato.

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Carlos Cámpora - Licenciado en Letras, magíster en Sociología de la Cultura.